Es obrador de milagros quien pasa de soñar dormido a soñar despierto.
Esta afirmación resulta contradictoria, puesto que para nosotros soñar está unido a estar durmiendo, pero no es así en el lenguaje de Un curso de milagros, en el que Jesús indica que el mundo real, en percibir el cual consiste la salvación , es un sueño (UCDM T 29.IX.7).
Este lenguaje obedece al hecho de que percibir no es conocer, de modo que el que percibe sueña aunque perciba verdaderamente con su luz interior, su espíritu santo, su amor, en lugar de falsamente con su oscuridad interior, su ego, su miedo.
La verdad o realidad que se percibe, el mundo real, no ha sido destruida por lo que como ego percibo: el mundo de la separación, el sueño de muerte, el cual constituye un velo que lo oculta, y puede deshacerse sin grados de dificultad mediante los milagros.
<<El milagro no restaura la verdad, que es la luz que el velo no pudo apagar. Simplemente descorre el velo, y deja que la verdad brille libremente, al ser lo que es. La verdad no necesita que se crea en ella para ser lo que es, pues ha sido creada, y, por lo tanto, es>>. (UCDM T 29-VII-5:5-7)
La dificultad del obrador de milagros, aquel que se ha decidido por el camino de los milagros para liberarse del miedo, para salvarse, es comprender primero, y después creer, que no hay grados de dificultad en los milagros porque son el medio para deshacer las ilusiones que ocultan la verdad, y no hay una jerarquía de ilusiones, es decir, unas más difíciles de deshacer que otras.
La realidad es inmutable. Los milagros no hacen sino mostrar que lo que tú has interpuesto entre la realidad y tu conciencia es ilusorio y que no es en modo alguno una interferencia. El costo de la creencia de que algunas apariencias están más allá de cualquier esperanza de cambio es que el milagro no se obra a través de ti de manera consistente. (T 30.VIII.4:1-3)
