Dios ama al soñador del sueño: su Hijo, no al sueño nefasto que éste ha tejido, un sueño de muerte.
¿Para qué es tu hermano? No lo sabes porque tu función aún no te resulta clara. No le asignes un papel que tú crees que te haría feliz a ti. Y no trates de herirle cuando él no cumpla el papel que le asignaste en el sueño que tienes de lo que debería ser tu vida. Él pide ayuda en cada uno de sus sueños, y tú puedes prestársela si ves la función del sueño tal como la percibe Aquel que puede utilizar todo sueño en beneficio de la función que se le encomendó a Él. PUESTO QUE AMA AL SOÑADOR, Y NO AL SUEÑO, cada sueño se convierte en una ofrenda de amor. Pues en el centro de cada sueño se halla Su Amor por ti, iluminando amorosamente cualquier manifestación del sueño. (UCDM T 29-IV-6)
Mi sueño de muerte lo comparto con todo hijo de Dios que sueñe un sueño de muerte, de modo que él tal como lo percibo, como un cuerpo, forma parte de mi sueño de muerte, al igual que yo formo parte de su sueño de muerte.
Si perdono al soñador es que he pasado por alto la imagen de él que ven mis ojos, la del personaje de su sueño, “el héroe del sueño” en palabras de Jesús, de modo que al mirarlo he percibido en él a mi hermano, el soñador del sueño, mas eso solo puedo hacerlo si he dejado de soñar el sueño de muerte para soñar otro sueño, un sueño feliz, un sueño de perdón, de modo que haya dejado de compartir con él el sueño de muerte, separando así en mi sueño al soñador-mi hermano- de su sueño de muerte, al cual por tanto, he liberado en mi sueño de ser el personaje de su sueño, mas para poder hacer eso, antes he tenido que perdonarme a mí mismo de lo que creía ser, aceptando mi verdadera identidad en sustitución de mi falsa identidad de ser el héroe de mi sueño, el cuerpo que creo ser, el personaje que soy en mi sueño de muerte.
De este modo mi hermano y yo nos liberamos juntos, pues al perdonar al soñador – mi hermano –, lo libero en mi sueño separándolo de su sueño nefasto, mas también me libero yo de mi sueño nefasto, también me separo yo de mi sueño nefasto.
En palabras más simples nos dice Jesús lo mismo en el siguiente párrafo, en el que me indica que lo que elijo que sea mi hermano es lo que elijo ser yo, de modo que si lo libero de ser un cuerpo, si lo perdono, es porque he elegido perdonarme a mí mismo primero eligiendo ser un hijo de de Dios, un Cristo.
Si eliges el pecado (la separación) en vez de la curación (la unión), estás condenando al Hijo de Dios a aquello que jamás puede ser corregido. 2Le dices, con tu elección, que está condenado, separado de ti y de su Padre para siempre, y sin esperanza de jamás poder retornar a salvo. Eso es lo que le enseñas, y aprenderás de él exactamente lo que le enseñes. Pues lo único que le puedes enseñar es que él es como tú quieres que él sea, Y LO QUE ELIGES QUE ÉL SEA ES LO QUE ELIGES PARA TI. Mas no pienses que esto es temible. Que estás unido a él es un hecho, no una interpretación. ¿Cómo puede un hecho ser temible a menos que esté en desacuerdo con lo que tienes en más estima que la verdad? LA RAZÓN TE DIRÍA QUE ESTE HECHO ES TU LIBERACIÓN. (21-VI-6)
No soy consciente de hacer las elecciones que Jesús me dice que hago, pero si mi salvación – liberación del miedo- es posible, tengo que ser yo el que hace tales elecciones, si es verdad lo que me dice Jesús: que mi salvación procede de mí – título de la lección 70-, no de “otro”, pues si procede de mí, ha de ser porque conscientemente puedo hacer las elecciones antagónicas a las que determinan mi condenación..
Toda tentación no es más que una variante de la tentación básica de no creer la idea de hoy. La salvación parece proceder de cualquier parte excepto de ti. Lo mismo se puede decir del origen de la culpabilidad. Tú no crees que la culpabilidad y la salvación estén en tu mente y sólo en tu mente. Cuando te des cuenta de que la culpabilidad es sólo una invención de la mente, te darás cuenta también de que la culpabilidad y la salvación tienen que encontrarse en el mismo lugar. Al entender esto te salvas. (Lección 70-1)